México, Casa Unida de Publicaciones, 2018.
La ruta intelectual y de escritura del teólogo protestante brasileño Rubem Alves (1933-2014) dejó una estela de luz que refulgirá durante mucho tiempo entre sus lectores, hombres y mujeres deseosos de que la poesía les abra nuevas puertas de vida y esperanza. En sus inicios, como él mismo lo dijo muchas veces, la teología era un tejido de conceptos que no necesariamente podían aterrizar en la vida cotidiana. Pero al convertirse a la poesía, el cuerpo, el juego y el erotismo, entró a una zona de pensamiento creativo que revolucionó también a la teología latinoamericana. Sus nuevos ensayos, crónicas y relatos, transformados en alimento sacramental, hicieron que cada texto suyo avanzara por caminos inexplorados hasta entonces. El encuentro con Hermann Hesse, Octavio Paz, T.S. Eliot, Emily Dickinson, Fernando Pessoa, Cecilia Meireles y Adélia Prado, entre otros poetas y escritores, además de su interminable pasión por la obra de Nietzsche, dejaron una marca indeleble en su forma de expresarse que rompió todos los esquemas conocidos. Sus textos sobre educación y los cuentos infantiles (que aún aguardan abordajes que los ubiquen en su justa dimensión) son una extensión de la curiosidad y el asombro que le otorgaron, en sus años de mayor intensidad creativa, la capacidad de mirar cualquier cosa y extraer de ella una hermosa epifanía.
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COMENTARIOS AL LIBRO ECOS DEL FUTURO. 10 ASEDIOS
POÉTICO-TEOLÓGICOS A RUBEM ALVES, DE LEOPOLDO CERVANTES-ORTIZ
Ariel Corpus
Iglesia Metodista El Mesías, Balderas 47, Ciudad
de México, 29 de noviembre de 2018
Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo
ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten.
Jorge Luis Borges, El Aleph
El nombre de Rubem Alves empieza a ser
conocido entre algunos círculos de evangélicos en México. Sin embargo, con
dificultad su trabajo, obra y escritos, forman parte de las bibliotecas de
seminarios, institutos bíblicos o centros teológicos, y aún más de algún
programa de teología sistemática o de sermones dominicales. No obstante, para
nuestra fortuna muchos hemos conocido el pensamiento de Rubem Alves a través de
la tarea de difusión e interpretación emprendida desde muchos años atrás por
Leopoldo Cervantes-Ortiz, quien esta noche nos invita a degustar parte de una
narrativa que espera ser interiorizada en pos de imaginar nuevas sociedades.
Ecos del futuro. 10 asedios
poético-teológicos a Rubem Alves, remite a una exégesis y
hermenéutica que Cervantes-Ortiz hace de la obra del teólogo brasileño
fallecido apenas en 2014. En el libro hay un ávido interés del autor por
encontrar los símbolos que en la prosa de Alves se desenvuelven como imágenes o
deseos que pugnan por liberación y esperanza, consignas intertextuales que permanecen
como resabios del teólogo de la liberación.
En esta obra se recorre el
pensamiento y la vida de Rubem Alves mediante su itinerario teológico y sus
preocupaciones intelectuales; también se le conmemora a modo de homenaje
póstumo.
Cervantes-Ortiz nos muestra
que el desencanto eclesial que alejó a Alves de los círculos teológicos
académicos y aquellos consignados a las tareas como especialista de lo sagrado,
lo llevaron a incursionar en la teo-poética, consignando un trabajo donde
rescata la belleza olvidada por los próceres de la liberación, o bien, situada
como no primordial en la concepción materialista del devenir, pero no por ello
menos comprometida con la materialidad de la realidad, con lo concreto, con los
cuerpos que sufren, tienen hambre y sed de justicia. A ello se remite
Cervantes-Ortiz:
Alves
parte de la idea de que la teología es precisamente un juego, sólo que en él lo
que se debate es la vida y la muerte de las personas, creyentes o no […] La
insistencia de la teología es crear símbolos que otorguen esperanza y sentido a
la vida es, efectivamente, una cuestión de vida o muerte […] Al romper las
amarras del lenguaje y del pensamiento, Alves se liberó de las atadura del
convencionalismo y la solemnidad […] Su teología siguió siendo liberadora,
aunque ahora con un marco referencial radicalmente distinto: sólo desde la
belleza podrán todos los seres humanos, no sólo los pobres, destinatarios
originales de esta teología, acceder a la participación plena en la
transformación social, integral.[1]
A decir de las parábolas de
Monsiváis, la tarea del teólogo ha sido la de contabilizar los ángeles
esculpidos en la punta de un alfiler para discernir su capacidad de
almacenamiento. El resto del tiempo para esgrimir contra una visión de mundo
donde emergen sus fobias, para luchar por el monopolio de la certidumbre, para
resguardar la moral y la sana doctrina, para determinar la libertad de las mujeres
y más recientemente para construir una agenda moral. Este proyecto de
cristianismo hegemónico, como lo ha venido estudiando Emmerson Giumbelli,[2] no fue ajeno al
propio Alves, ni tampoco para Cervantes-Ortiz, pues los paralelismos vitales
los llevaron a experimentar en la carne propia la marginación institucional.
En este libro, se
interpreta la ruptura de Alves de su membresía eclesial en 1974 como una
conversión: un giro hacia el mundo de las letras y en particular de la poesía,
en cuyo centro se mantuvo a lo largo de su vida. Pero se sugiere que la lejanía
de la iglesia no implicó una distancia de la herencia protestante, misma que lo
marcó de por vida, ejerciendo así el principio protestante en sus textos
analíticos sobre el modo en que las comunidades de fe pueden llegar a ser
núcleos de intolerancia. Alves no sólo estudió el protestantismo que lo relegó,
también se interesó en la manera de transformarlo. De su texto Protestantismo
y represión, el sociólogo brasileño Leonildo Silveira ha mencionado: “[…] el texto de Alves trajo una propuesta de lucha contra el
espíritu autoritario, proponiendo: interferir en la realidad investigada,
intentar provocar transformaciones y participar combativamente del proceso de
cambios pleno de rupturas y continuidades, las marcas del protestantismo
brasileño y latinoamericano".[3]
En relación
con esto, Cervantes-Ortiz remarca en
las páginas del libro lo que bien podría ser una confesión de fe alvesiana, que
seguramente encontrará eco con múltiples trayectorias de vida de quienes pese a
la ruptura comunitaria no dejan de contener parte de la herencia de la Reforma.
Soy
protestante. Hoy, muy diferente de lo que fui. No hay retornos. Tan diferente
que muchos me contestarán, negándome la ciudadanía en el mundo de la Reforma. Algunos me denunciarán como espía
o traidor. Otros permitirán mi presencia, pero exigirán mi silencio. Lo cual me
hace dudar de mi mismo y sospechar que, quién sabe si yo sea de hecho un
apóstata. Sin embargo, por ahí, protestantes de otros lugares me confirman,
oyéndome, dándome las manos, el pan y el vino.[4]
En su distanciamiento,
Alves encontró en un nuevo lenguaje símbolos más idóneos para trasmitir el acto
eucarístico desafiando la doxa evangélica, la solemnidad protestante, la
métrica himnológica, la metódica y sobria vida cristiana. A decir de Cervantes-Ortiz
adoptó una visión lúdica, y en ello subrayó una gran paradoja protestante:
pretender salir del mundo sin deleitarse en él.
La teología protestante, y
por ello “el mundo que habitan los protestantes”, se ha construido en la
negación de la fiesta, de la cultura popular, del convite y de la farra, de los
moteles de paso, de los salones de baile y de la vida cotidiana. En ello se ha
distanciado de lo concreto, situando el interés por lo abstracto y lejos del
cuerpo mismo, con respecto a lo que Cervantes-Ortiz reitera: “[…] los temas
teológicos [para Alves] no son meros objetos de racionalización y
conceptualización, sino que viven en los cuerpos de las personas. La teología,
así, no pertenece a la academia, sino a la vida cotidiana.[5]
Y el propio Cervantes-Ortiz
remata: “Y el cuerpo fue sacrificado para que la verdad brillara […] Su
discurso [el de los teólogos] es testimonio y no “evidencia del cuerpo”: no
viven la fe con el cuerpo, sino contra
él”.[6]
Tal aspecto del mundo
protestante no se libró de la lectura agustiniana, pues si bien la Reforma
suprimió los sacramentos, reificó el patriarcalismo en el matrimonio como un
remedio contra la voluptuosidad, contra el deseo del cuerpo mismo.[7] El historiador Carlos
Mondragón, en un repaso sobre la relación entre el cuerpo y la religión señala
cómo el contexto latinoamericano ha sido permeado por iglesias que reducen la
vida cristiana a la distancia de una vida considerada pecaminosa: “Reduccionismo
de la propuesta ética del cristianismo que se expresa también en un no
compromiso con la realidad y los problemas del “mundo”.[8]
Esta economía de cuerpo no
es propia de la comunidad eclesial. Autores como Horacio Cerutti[9] y Franz Hinkelammert,
también han puesto la discusión sobre el cuerpo en el contexto del capitalismo
de despojo; marco en el cual los deseos se encuentran con proyectos concretos
al servicio de una economía que privilegia el capital por encima de la vida, de
políticas que desfavorecen al oprimido e incluso de ideologías conservadoras
que sacrifican la vida digna de una niña por un cigoto. Hinkelammert señala en
su libro Las armas ideológicas de la muerte:
Esta
destrucción del cuerpo y de su sensualidad va unida al desprecio por éste: el
cuerpo es sacrificado al alma. Eso da una visión específica de la pobreza. Es
santa porque el pobre está muy cerca de la eternidad: cuando menos se
satisfagan las necesidades o menos se pueda gozar, más cerca se está de la vida
etérea del cuerpo angélico. De allí la visión romántica de la pobreza […] En la
visión antiutópica no hay sino desprecio para con el cuerpo humano, y el
aprecio es para los valores eternos desvinculados del mundo de los intereses y
los goces.[10]
En Alves, la recuperación
del cuerpo es una dimensión salvífica en sí mismo. En una lectura de esta así,
nuestra amplia comunidad social también requiere la vida del cuerpo, de sus
necesidades, sensaciones y sensualidades. Esto explica el afán compartido –de
Alves y Cervantes-Ortiz– de pugnar por proyectos teológicos con una nueva
narrativa que lejos de la antiutopía pongan: “[…]
las vidas, los cuerpos humanos que buscan felicidad y libertad más allá de las
ideologías y doctrinas impuestas autoritariamente por las religiosidades
institucionalizadas”.[11]
La empresa narrada no es
fácil. Para ello es menester encontrarse con nuevos lenguajes fuera del mundo
protestante, y experimentar una conversión hacia los espacios catalogados como
profanos por el ámbito eclesial. De lo dicho, Cervantes-Ortiz va deshilando a
lo largo del libro los encuentros “tardíos” de Alves la poesía que lo llevó a
practicar el ritual de la antropofagia: ingesta simbólica de la cual Borges
habló en algún momento, y que el cronista mexicano Juan Villoro traslada al
mundo de las letras: “Cada libro tiene un hombre adentro o una mujer adentro:
la persona que lo escribió. Pero el libro podríamos decir que está dormido,
hasta que no reciba el impulso, ese soplo del lector que lo revive. Los libros,
lo sabemos, se abre como una ventana o una puerta y nos permite entrar a la
intimidad de otra vida.[12]
No existe conversión sin la
restructuración del lenguaje, sin la elaboración de una nueva narrativa.
Cervantes-Ortiz insiste en ello al analizar la producción teo-poética de Alves
a partir de los encuentros rituales que sostuvo con Eliot, García Márquez, Paz,
Frost, Valéry, Pessoa, Meireles, Prado y otros tantos que repasa el autor.
Este tránsito remite a la
necesaria atención de los lugares no visitados por el protestantismo, el mundo
donde radica la Otredad y donde se vislumbra una nueva experiencia vital,
incluso con el riesgo de la seducción profana, una suerte de salto al vacío.
Esto es paradójico ya que la conversión en el proyecto del protestantismo
hegemónico –usando la misma alegoría anteriormente citada– implica una renuncia
al mundo de la vida cotidiana para pasar a ser “ciudadanía del reino”, y que
reconstruye los espacios de tránsito del converso en nueva cartografía de lo
edificante. En cambio, Alves invita a replantear nuevas trayectorias que lleven
a obtener puntos de referencia incluso lejos de la liturgia dominical.
Cervantes-Ortiz lo recupera en un extracto sumamente profundo (un poema de
Emily Dickinson):
Nuestro
pájaro canta en la palmera
Es
Dios quien está predicando, predicador admirable
Y
su sermón siempre es corto
Así, en su poesía, el
centro de su teología, deja abierta la puerta al redescubrimiento de lo lúdico
como clave de vida y de conversión. Alves, como su intérprete, lo encuentran en
la sensibilidad, el juego y la belleza, pero no desde la lontananza clasista
que ha usurpado la belleza para la apreciación estética y comercial, sino desde
las luchas por el deleite del cuerpo y su autodeterminación, por la
construcción de paz que haga frente a la violencia en que los gobiernos nos han
sumido, por la búsqueda de los familiares desaparecidos, por la indignación de
los cuerpos de hombres mutilados y
mujeres violentadas, por compartir el pan con los peregrinos en tierra
ajena, por defender el patrimonio y la tierra frente al extractivismo.
Pero la recuperación de la
vida no se remite sólo a la labor teológica, también en la práctica
comunitaria. En su análisis, Cervantes-Ortiz, recupera el sentido de la oración
como un elemento de inconformidad frente al sistema, al hondar en la línea
psicoanalítica de Alves interpreta una de las prácticas distintivas del mundo
"en que habitan los protestantes" como un acto performativo que evoca
el deseo del cambio y la transformación de las situaciones como las descritas
líneas más arriba. De la oración señala:
[...]
revela un creyente que no cree en la Providencia como causalidad de hierro
[...] la oración se presenta originalmente como una protesta teo-lógica, que
dentro del propio discurso bíblico de salvación se inconforma con las
realidades impuestas por la Providencia divina y se rebela usando las armas que
ese discurso le enseña [...] esta protesta espiritual abre la posibilidad para
otras protestas más objetivas: sociales, políticas, económicas, dado que las
circunstancias que ofenden la vida real de las personas son vistas como algo
que debe superarse [...].[13]
En esta lectura, la
inconformidad de lo presentado como "natural" podría apuntar a un
ejercicio crítico sobre las prácticas hegemónicas que pretenden determinar una
visión de mundo, o como plantea la fenomenología del mundo de la vida de Alfred
Shutz y Peter Berger, de orden social incluso considerado preexistente.
En esto, los aportes de
Alves son imprescindibles. La recopilación que hace Cervantes-Ortiz, así como
la lectura que hace de él bien pueden ser una invitación para cambiar los
paradigmas sobre los cuales se asentó el mundo protestante, para buscar nuevos
encuentros, a una conversión a los lugares y autores profanos. Pero, sobre
todo, a leer la vida en clave poética, y dejarse llevar por la sensación de la
prosa, sin mayor finalidad que la evocación y recepción de la belleza. Pienso,
no sólo del mundo de las letras, sino de la totalidad del universo que nos
rodea.
[1] Cervantes-Ortiz,
Leopoldo, Ecos del futuro. 10 asedios poéticos-teológicos a Rubem Alves,
México, CUPSA, 2018, pp. 62-63.
[2] Giumbelli, Emmerson, “Um projeto de
cristianismo hegemônico”, en Intolerância religiosa: impactos do neopentecostalismo no campo religioso
Afro-brasileiro, Brasil, Universidad de Sao Paolo, 2007, pp. 149-169.
[3] Silveira Campos,
Leonildo, “O discurso acadêmico de Rubem Alves sobre "Protestantismo" e "repressão": algumas observações 30 anos depois”,
en Relig. Soc, vol.28, no.2, Rio de Janeiro 2008, p. 115.
[4] Cervantes-Ortiz,
Leopoldo, Ecos del futuro, op. cit., p. 134-135.
[5] Ibid., p.
66.
[6] Cervantes-Ortiz,
Leopoldo, Series de sueños. La teología ludo-poética-erótica de Rubem Alves,
Quito, Centro Basilea de Investigación y Apoyo, 2003, p. 170.
[7] Troeltsch,
Ernst, El protestantismo y mundo moderno, México, FCE, 1979, pp.
54-55.
[8] Mondragón González,
Carlos, “Cuerpo y mundo en los discursos religiosos minoritarios en América
Latina”, en Carlos Olivier et. al., Cuerpo
y protestantismo. Perspectivas heterodoxas en América Latina, México, UNAM,
2015, pp. 29-30.
[9] Cerutti Guldberg,
Horacio, “Preliminares hacia una recuperación del cuerpo en el pensamiento
latinoamericano contemporáneo”, en Norma Delia Durán Amavizca y María del Pilar
Jiménez Silva (coord.), Cuerpo, sujeto e identidad, México, UNAM, pp.
65-89.
[10] Hinkelammert,
Franz, Las armas ideológicas de la muerte, San José de Costa Rica, DEI,
1981, p. 234.
[11] Cervantes-Ortiz,
Leopoldo, Ecos del futuro, op. cit., p. 166.
[12] Villoro, Juan,
“La aventura de leer”. Presentada en el marco del XIV Congreso Nacional de
Bibliotecas Públicas. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=jKd3eZGK9sw
[13] Cervantes-Ortiz, Leopoldo, Ecos del futuro, op. cit., p. 49-50.
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