México, CUPSA, 2019.
“La ordenación de las mujeres no es el tema, sino la
evidencia”, respondió la Dra. Sandra Villalobos a la pregunta sobre la
desigualdad que sigue tan presente en muchas iglesias y que continúa imponiendo
a la inmensa mayoría de sus miembros el silencio, la marginación y el no acceso
a los ministerios oficiales de las mismas. Este hecho, violatorio de los
derechos humanos más elementales de las mujeres, sigue siendo visto y aceptado en
el patrón de la “voluntad divina”, como si la divinidad cristiana se guiara,
necesariamente, por los caprichos y mezquindades propios de la cultura
patriarcal, con la que tantas comunidades de fe se identifican, incluso
inconscientemente. En ese sentido, se ha demostrado, desde hace décadas, que
las porciones bíblicas en las que supuestamente se basa ese comportamiento
eclesial han sido interpretadas con un innegable sesgo ideológico que intenta
perpetuar el dominio de los hombres sobre las mujeres.
Este volumen reúne artículos, ensayos, sermones y
conferencias que buscan dar fe de un periplo personal por los mares de la
incomprensión eclesial y del rechazo de los ministerios femeninos como algo contrario
a lo deseado por el Dios de las Escrituras judeo-cristianas y por Jesús de
Nazaret, en el espíritu liberador de las hijas de Zelofehad (Mala, Noa, Hogla,
Milca y Tirsa; Núm 27.1-11). Ellas obtuvieron la herencia que merecían por
derecho y por una nueva ley que hizo pedazos el esquema patriarcal. Fruto del
conflicto directo y de la confrontación, incluso formal en foros oficiales de
decisión, estos textos quieren ser un testimonio vivo de los avances que se han
logrado en esta materia, a pesar de la resistencia de algunos cuerpos
eclesiásticos completamente masculinos. Siendo parte de la experiencia del
autor, de las comunidades y de las personas allegadas al mismo, ofrece una
lectura subjetiva de los temas y sucesos expuestos, pero con la certeza de que
recoge los avatares, sinsabores y esperanzas de quienes continúan bregando por
el cambio eclesial, social y político.
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MUJERES, DIGNIDAD Y MINISTERIOS, MIRADAS
BÍBLICO-TEOLÓGICAS, DE LEOPOLDO CERVANTES-ORTIZ
Sandra Villalobos Nájera
30 de octubre de 2019, Librería Papiro 52,
Ciudad de México
Considero que se trata de un texto importante y necesario
para la reflexión acerca de la participación de las mujeres dentro de las
comunidades religiosas y en general de las iglesias. No es pues, aunque el
propósito principal en esta serie de textos, si bien se concentra de manera
primordial en los procesos ligados a la Iglesia Presbiteriana, un caso de
excepción, sino desafortunadamente una desigualdad que cruza por muchas
comunidades y muchas iglesias, y es justo por ello que esta serie de textos
resultan necesarios para la reflexión.
El libro, entonces, es un conjunto de textos que el autor,
como él mismo menciona, fueron producidos dentro de la coyuntura que en 2011
representó la realización del Concilio Teológico por parte de la Asamblea
General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México para discutir la
ordenación de las mujeres a los ministerios.
Este conjunto de sermones, artículos, ensayos, ponencias y
conferencias, nos va llevando a través de su organización a ser parte de la
reflexión que el propio autor ha ido desarrollando como agente dentro de este
mismo proceso.
Leopoldo Cervantes-Ortiz dice al inicio:
Como miembro de la misma [refiriéndose a la Iglesia
Presbiteriana] durante toda mi vida, y habiendo experimentado (dentro de ella)
una evolución espiritual y teológica que me llevó a tomar partido por una
comprensión saludable de dichos ministerios desde 1992, aproximadamente, no
creo que sea posible soslayar el hecho de que esta iglesia enfrenta ahora mismo
una serie de desafíos, ante los cuales algunas respuestas han sido tímidas,
tardías y en ciertas ocasiones, hasta muy lejanas a la realidad. Seguir
limitando el acceso a las mujeres, aun cuando se sigue aceptando que cursen los
mismos estudios que los hombres, es una de ellas.
Y frente a esta timidez tardía y lejana a la realidad,
Leopoldo Cervantes-Ortiz decide, conocer acerca de los temas, dar seguimiento a
los procesos y pronunciarse de manera directa y abierta, como cuando menciona
que, las “las mujeres son imprescindibles, su aportación es invaluable para el
proceso revolucionario de liberación de la Biblia misma”.
A través de sus 15 apartados el autor nos lleva a la revisión
de los textos bíblicos y la recuperación reivindicativa de mujeres como Tamar,
Rahab, Eva, Miriam, Rut y Betsabé; a la propuesta teórica de teólogas como Schüssler
Fiorenza, Althaus-Reid, Susan Haskins o Elsa Tamez, por mencionar sólo cuatro
de una larga lista de propuestas teóricas revisadas, pero también la revisión
de sobre género desde perspectivas como la de Lagarde o Barbieri. Hace crítica
de textos que enmarcan la profunda desigualdad a través del paternalismo y
sexismo exacerbado de quién defiende su privilegio a costa de negar los
derechos de otras.
Asume la invitación a tomar postura sobre el género e incluso
cierra hablándonos de la masculinidad y el patriarcado, y la masculinidad
teórica.
Es un libro que cuenta con un breviario de todo esto, y no
digo breviario por decir que es pequeño, pues es un trabajo de profunda
reflexión, sino porque la mención y puntualización de esta problemática en cada
uno de estos niveles (teológico, eclesial, comunitario y personal) requiere de varios
otros volúmenes, que espero Leopoldo tenga contemplados.
Hablar de la desigualdad en el reconocimiento de la
participación y los ministerios de las mujeres, como lo dice el propio Leopoldo
no es solo una cuestión de cambios normativos o institucionales, sino de profundos cambios en el orden de
convivencia y en las estructuras que se han erigido como inamovibles y
perpetuas, requiere del reconocimiento y reivindicación de las propias mujeres,
pero también de los varones. Y comenta:
La parte masculina de la Iglesia debe asumir con humildad que
ya no es posible esconder “debajo de la alfombra” las consecuencias negativas y
hasta nefastas de la promoción de un sistema que ha mostrado sus debilidades y
que, en estricto sentido, está agotado en su propósito de reflejar de la mejor
manera los planes de Dios.
En su apartado “Dignidad, libertad e igualdad humanas según la
Biblia: una iglesia más democrática e inclusiva”, dice: “Uno de los problemas
que las iglesias han enfrentado es la articulación entre la participación de
hombres y mujeres en igualdad de circunstancias. El sueño de una iglesia más
democrática, esto es, de una comunidad en donde el servicio, la misión y el
poder se ejerzan y practiquen de la manera más horizontal posible se ha
cumplido parcialmente”. Hace la comparación de como en el ámbito sociopolítico
la política de cuotas ha contribuido de alguna manera a lograr cierto
equilibrio y como esto no se ha aplicado a las iglesias. Y atinadamente dice: “Lamentablemente,
democracia no es sinónimo de inclusión y por eso la lucha no termina sino hasta
que se alcanzan prácticas comunitarias justas y equitativas”.
Más adelante, en “Sabiduría y ética en las mujeres de la
Biblia, dice: “La alteridad femenina en la Biblia resuena fuertemente en
diversos textos y personajes, lo cual plantea la necesidad de un modelo
hermenéutico que permita entenderla mejor y proponerla como un modelo que,
evidentemente brota de las Escrituras, aunque en ocasiones haya mucha
resistencia para aceptarla como tal”. Y nos lleva por Proverbios para decir:
…con base en que existe una confrontación de ámbitos: en uno,
la mujer está un tanto limitada o confinada al “espacio hogareño”, un espacio
supuestamente restringido de sabiduría para una aplicabilidad inmediata e
intrascendente socialmente. Y por otro, la personificación femenina de la mujer
se encuentra en la calle, es decir, en un espacio donde la sabiduría y la ética
se ponen al servicio de las necesidades comunitarias. Se trata claramente de
una voz urgente que busca “evangelizar” a quienes desconocen las bondades del
temor de Dios.
Esto no sólo es, pues, una revisión de Proverbios,
sino de las miradas acerca de los espacios y visiones acerca de las mujeres con
las que aún en nuestro hoy convivimos de manera cotidiana, una que limita a
esta aplicabilidad inmediata e intrascendencia social y la otra que ya no solo
es una invitación a la participación pública, sino la urgencia de un derecho
que debe ser ejercido. Lo que es reafirmado con la frase siguiente: “…las
mujeres de Proverbios son, por supuesto, otras mujeres, pero también la
humanidad con una proyección universal pues estamos ante un discurso con
proyección”. El valor de la enseñanza en los labios femeninos despliega una
proclamación definitoria desde un espacio tradicionalmente denegado y
rechazado.
Más adelante, el autor hace una propuesta integradora: “Podría
hablarse, entonces, de un ‘evangelio femenino’ y de su aplicabilidad total a la
vida cotidiana en todas las esferas como una alternativa al ‘mundo masculino’,
tan predispuesto a la violencia y el abuso del poder y la fuerza”. Por el
contrario, la manera propia en que las mujeres entienden, viven y transmiten la
fe requiere ser asimilada por la humanidad entera, pero ahora como un modelo, no
como un contraejemplo. Las mujeres, depositarias de una sabiduría
ancestral, pue-den incorporarse plenamente a los espacios de decisión para forjar
nuevas formas de convivencia.
En este mismo sentido, en “El mensaje de las mujeres o
el seguimiento femenino de Jesús”, plantea: “Las mujeres no necesitan apologías
ni insistir en que son igual de capaces que los hombres para ciertos trabajos
aparentemente reservados a éstos. Lo que haremos aquí será una serie de observaciones
sobre el significado de la presencia de las mujeres en el inicio canónico del
Nuevo Testamento”.
En cuanto a la presencia reivindicativa, dice el autor: “Cada
generación de cristianos y cristianas necesita, entonces, un acercamiento,
paralelo y simultáneo, a las raíces de su fe, desde las diversas otredades que
nos desafían a vivir la fe y la misión de una manera apelante y pertinente”.
El libro nos habla de la suma de las marginalidades de las
mujeres (mujer, extranjera, pobre, viuda, sin hijos) en los textos y la
necesidad de sobrevivir y ser visibilizadas; y con ello irremediablemente
debemos preguntarnos también por esta misma interseccionalidad de
marginalidades en el hoy de las mujeres, marginalidades a las que se suma de
manera exacerbada la dura violencia desde todos los espacios. Por lo que la
revisión bíblica que hace el autor, nos abre la puerta a la revisión contextual
necesaria y pertinente para interpretar e interpretarnos.
La recuperación de la memoria de las mujeres que quedaron sin
nombre (retomando a Schüssler Fiorenza) es una parte de la labor; pero otra,
como él mismo lo dice, es leer esto a la luz de nuestro hoy. En la recuperación
de las mujeres del texto, las del pasado y las también aquellas de las que hoy
se omiten sus nombres detrás de argumento de servicio que nulifica el valor de
las tareas. Tarea que no le corresponde sólo a las mujeres, sino también a los
hombres y las instituciones que no han estado dispuestos a leer de otra forma
sin sentir que se pierden los privilegios. Y para ello, nos da una pista un
poco más adelante:
La Biblia es un verdadero aliado en esa revolución.
Las mujeres cristianas tienen entonces la
obligación de rescatarse a sí mismas en las figuras bíblicas que las
representan y las anticipan, en su lucha específica por instalar los valores
del Reino de Dios en medio del ya largo conflicto entre el sexo dominante y el
sexo dominado, el cual, según nos garantiza el Espíritu Santo, no prevalecerá.
Y yo agregaría a ello, no sólo las mujeres cristianas. Los
hombres cristianos tienen la obligación de reconocer el valor de la otredad, de
la presencia y el ministerio de las mujeres, pero también, de reconocer su
papel en el mantenimiento de estructuras que lejos de este mismo mensaje, han
buscado mantener a las mujeres en una posición de sumisión, y, transformarlos
como parte de su labor.
Nos presenta la disidencia textual como una forma de
interpelación para “no encerrar las potencialidades del texto bíblico dentro de
esquemas preconcebidos que corren el riesgo de anquilosar su frescura e
intensidad liberadora”. Y con ello nos invita a comprender que el texto no
entiende de fronteras permanentes ni rígidas, sino que puede ser una fuente
renovable de reflexión para nuevos entendimientos.
En la segunda parte, Leopoldo nos lleva por el proceso de
ordenación y reconocimiento de los ministerios de las mujeres, la historia de
Evangelina, Eva, Amparo, Karina y otras mujeres que lucharon por estar. Y
duramente esto nos recuerda que en muchos casos el fruto obtenido, fue producto
de una lucha personal y no estructural, situación que nos pide ser incisivos en
los cuestionamientos y urgir la búsqueda de soluciones desde todos los espacios
y a todos los niveles; pues evidencia que existe un desfase entre los procesos
eclesiales de reconocimiento e inclusión de las mujeres en los diferentes ministerios
y las luchas por los derechos de las mujeres.
Para ello nos propone trabajar en tres niveles: El
informativo, formativo y estructural. Pienso que esto puede y debe ampliarse
mucho más, pues dentro de cada uno de ellos se tiene una posibilidad enorme de
construcción de un espacio eclesial y religioso diferente, de un espacio de
conciencia, de conciencia crítica, vinculativa y articuladora.
Para terminar, comento que el libro cierra con “Las doce
tesis de Xonacatlán”, pero yo quiero cerrar este comentario con un pequeño
párrafo del autor:
Vaya que
es grande la responsabilidad y la necesidad para abrir el diálogo que permita
superar la barrera del género en la Iglesia. Ojalá tengamos como iglesia y como
creyentes el valor suficiente para responder a este enorme desafío.
Por
ello, lo que hoy se requiere son verdaderos cambios estructurales en la
Iglesia, que tengan que ver con la despatriarcalización de todos los
ministerios, y no solamente administrativos ni burocráticos.
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