2018/10/14

Ecos del futuro. 10 asedios poético-teológicos a Rubem Alves (2018)


México, Casa Unida de Publicaciones, 2018.

La ruta intelectual y de escritura del teólogo protestante brasileño Rubem Alves (1933-2014) dejó una estela de luz que refulgirá durante mucho tiempo entre sus lectores, hombres y mujeres deseosos de que la poesía les abra nuevas puertas de vida y esperanza. En sus inicios, como él mismo lo dijo muchas veces, la teología era un tejido de conceptos que no necesariamente podían aterrizar en la vida cotidiana. Pero al convertirse a la poesía, el cuerpo, el juego y el erotismo, entró a una zona de pensamiento creativo que revolucionó también a la teología latinoamericana. Sus nuevos ensayos, crónicas y relatos, transformados en alimento sacramental, hicieron que cada texto suyo avanzara por caminos inexplorados hasta entonces. El encuentro con Hermann Hesse, Octavio Paz, T.S. Eliot, Emily Dickinson, Fernando Pessoa, Cecilia Meireles y Adélia Prado, entre otros poetas y escritores, además de su interminable pasión por la obra de Nietzsche, dejaron una marca indeleble en su forma de expresarse que rompió todos los esquemas conocidos. Sus textos sobre educación y los cuentos infantiles (que aún aguardan abordajes que los ubiquen en su justa dimensión) son una extensión de la curiosidad y el asombro que le otorgaron, en sus años de mayor intensidad creativa, la capacidad de mirar cualquier cosa y extraer de ella una hermosa epifanía.

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COMENTARIOS AL LIBRO ECOS DEL FUTURO. 10 ASEDIOS POÉTICO-TEOLÓGICOS A RUBEM ALVES, DE LEOPOLDO CERVANTES-ORTIZ
Ariel Corpus

Iglesia Metodista El Mesías, Balderas 47, Ciudad de México, 29 de noviembre de 2018

Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten.
Jorge Luis Borges, El Aleph

El nombre de Rubem Alves empieza a ser conocido entre algunos círculos de evangélicos en México. Sin embargo, con dificultad su trabajo, obra y escritos, forman parte de las bibliotecas de seminarios, institutos bíblicos o centros teológicos, y aún más de algún programa de teología sistemática o de sermones dominicales. No obstante, para nuestra fortuna muchos hemos conocido el pensamiento de Rubem Alves a través de la tarea de difusión e interpretación emprendida desde muchos años atrás por Leopoldo Cervantes-Ortiz, quien esta noche nos invita a degustar parte de una narrativa que espera ser interiorizada en pos de imaginar nuevas sociedades.
Ecos del futuro. 10 asedios poético-teológicos a Rubem Alves, remite a una exégesis y hermenéutica que Cervantes-Ortiz hace de la obra del teólogo brasileño fallecido apenas en 2014. En el libro hay un ávido interés del autor por encontrar los símbolos que en la prosa de Alves se desenvuelven como imágenes o deseos que pugnan por liberación y esperanza, consignas intertextuales que permanecen como resabios del teólogo de la liberación.
En esta obra se recorre el pensamiento y la vida de Rubem Alves mediante su itinerario teológico y sus preocupaciones intelectuales; también se le conmemora a modo de homenaje póstumo.
Cervantes-Ortiz nos muestra que el desencanto eclesial que alejó a Alves de los círculos teológicos académicos y aquellos consignados a las tareas como especialista de lo sagrado, lo llevaron a incursionar en la teo-poética, consignando un trabajo donde rescata la belleza olvidada por los próceres de la liberación, o bien, situada como no primordial en la concepción materialista del devenir, pero no por ello menos comprometida con la materialidad de la realidad, con lo concreto, con los cuerpos que sufren, tienen hambre y sed de justicia. A ello se remite Cervantes-Ortiz:

Alves parte de la idea de que la teología es precisamente un juego, sólo que en él lo que se debate es la vida y la muerte de las personas, creyentes o no […] La insistencia de la teología es crear símbolos que otorguen esperanza y sentido a la vida es, efectivamente, una cuestión de vida o muerte […] Al romper las amarras del lenguaje y del pensamiento, Alves se liberó de las atadura del convencionalismo y la solemnidad […] Su teología siguió siendo liberadora, aunque ahora con un marco referencial radicalmente distinto: sólo desde la belleza podrán todos los seres humanos, no sólo los pobres, destinatarios originales de esta teología, acceder a la participación plena en la transformación social, integral.[1]

A decir de las parábolas de Monsiváis, la tarea del teólogo ha sido la de contabilizar los ángeles esculpidos en la punta de un alfiler para discernir su capacidad de almacenamiento. El resto del tiempo para esgrimir contra una visión de mundo donde emergen sus fobias, para luchar por el monopolio de la certidumbre, para resguardar la moral y la sana doctrina, para determinar la libertad de las mujeres y más recientemente para construir una agenda moral. Este proyecto de cristianismo hegemónico, como lo ha venido estudiando Emmerson Giumbelli,[2] no fue ajeno al propio Alves, ni tampoco para Cervantes-Ortiz, pues los paralelismos vitales los llevaron a experimentar en la carne propia la marginación institucional.
En este libro, se interpreta la ruptura de Alves de su membresía eclesial en 1974 como una conversión: un giro hacia el mundo de las letras y en particular de la poesía, en cuyo centro se mantuvo a lo largo de su vida. Pero se sugiere que la lejanía de la iglesia no implicó una distancia de la herencia protestante, misma que lo marcó de por vida, ejerciendo así el principio protestante en sus textos analíticos sobre el modo en que las comunidades de fe pueden llegar a ser núcleos de intolerancia. Alves no sólo estudió el protestantismo que lo relegó, también se interesó en la manera de transformarlo. De su texto Protestantismo y represión, el sociólogo brasileño Leonildo Silveira ha mencionado: “[…] el texto de Alves trajo una propuesta de lucha contra el espíritu autoritario, proponiendo: interferir en la realidad investigada, intentar provocar transformaciones y participar combativamente del proceso de cambios pleno de rupturas y continuidades, las marcas del protestantismo brasileño y latinoamericano".[3]
En relación con esto, Cervantes-Ortiz remarca en las páginas del libro lo que bien podría ser una confesión de fe alvesiana, que seguramente encontrará eco con múltiples trayectorias de vida de quienes pese a la ruptura comunitaria no dejan de contener parte de la herencia de la Reforma.

Soy protestante. Hoy, muy diferente de lo que fui. No hay retornos. Tan diferente que muchos me contestarán, negándome la ciudadanía en el mundo de la Reforma. Algunos me denunciarán como espía o traidor. Otros permitirán mi presencia, pero exigirán mi silencio. Lo cual me hace dudar de mi mismo y sospechar que, quién sabe si yo sea de hecho un apóstata. Sin embargo, por ahí, protestantes de otros lugares me confirman, oyéndome, dándome las manos, el pan y el vino.[4]

En su distanciamiento, Alves encontró en un nuevo lenguaje símbolos más idóneos para trasmitir el acto eucarístico desafiando la doxa evangélica, la solemnidad protestante, la métrica himnológica, la metódica y sobria vida cristiana. A decir de Cervantes-Ortiz adoptó una visión lúdica, y en ello subrayó una gran paradoja protestante: pretender salir del mundo sin deleitarse en él.
La teología protestante, y por ello “el mundo que habitan los protestantes”, se ha construido en la negación de la fiesta, de la cultura popular, del convite y de la farra, de los moteles de paso, de los salones de baile y de la vida cotidiana. En ello se ha distanciado de lo concreto, situando el interés por lo abstracto y lejos del cuerpo mismo, con respecto a lo que Cervantes-Ortiz reitera: “[…] los temas teológicos [para Alves] no son meros objetos de racionalización y conceptualización, sino que viven en los cuerpos de las personas. La teología, así, no pertenece a la academia, sino a la vida cotidiana.[5]
Y el propio Cervantes-Ortiz remata: “Y el cuerpo fue sacrificado para que la verdad brillara […] Su discurso [el de los teólogos] es testimonio y no “evidencia del cuerpo”: no viven la fe con el cuerpo, sino contra él”.[6]
Tal aspecto del mundo protestante no se libró de la lectura agustiniana, pues si bien la Reforma suprimió los sacramentos, reificó el patriarcalismo en el matrimonio como un remedio contra la voluptuosidad, contra el deseo del cuerpo mismo.[7] El historiador Carlos Mondragón, en un repaso sobre la relación entre el cuerpo y la religión señala cómo el contexto latinoamericano ha sido permeado por iglesias que reducen la vida cristiana a la distancia de una vida considerada pecaminosa: “Reduccionismo de la propuesta ética del cristianismo que se expresa también en un no compromiso con la realidad y los problemas del “mundo”.[8]
Esta economía de cuerpo no es propia de la comunidad eclesial. Autores como Horacio Cerutti[9] y Franz Hinkelammert, también han puesto la discusión sobre el cuerpo en el contexto del capitalismo de despojo; marco en el cual los deseos se encuentran con proyectos concretos al servicio de una economía que privilegia el capital por encima de la vida, de políticas que desfavorecen al oprimido e incluso de ideologías conservadoras que sacrifican la vida digna de una niña por un cigoto. Hinkelammert señala en su libro Las armas ideológicas de la muerte:

Esta destrucción del cuerpo y de su sensualidad va unida al desprecio por éste: el cuerpo es sacrificado al alma. Eso da una visión específica de la pobreza. Es santa porque el pobre está muy cerca de la eternidad: cuando menos se satisfagan las necesidades o menos se pueda gozar, más cerca se está de la vida etérea del cuerpo angélico. De allí la visión romántica de la pobreza […] En la visión antiutópica no hay sino desprecio para con el cuerpo humano, y el aprecio es para los valores eternos desvinculados del mundo de los intereses y los goces.[10]

En Alves, la recuperación del cuerpo es una dimensión salvífica en sí mismo. En una lectura de esta así, nuestra amplia comunidad social también requiere la vida del cuerpo, de sus necesidades, sensaciones y sensualidades. Esto explica el afán compartido –de Alves y Cervantes-Ortiz– de pugnar por proyectos teológicos con una nueva narrativa que lejos de la antiutopía pongan: “[…] las vidas, los cuerpos humanos que buscan felicidad y libertad más allá de las ideologías y doctrinas impuestas autoritariamente por las religiosidades institucionalizadas”.[11]
La empresa narrada no es fácil. Para ello es menester encontrarse con nuevos lenguajes fuera del mundo protestante, y experimentar una conversión hacia los espacios catalogados como profanos por el ámbito eclesial. De lo dicho, Cervantes-Ortiz va deshilando a lo largo del libro los encuentros “tardíos” de Alves la poesía que lo llevó a practicar el ritual de la antropofagia: ingesta simbólica de la cual Borges habló en algún momento, y que el cronista mexicano Juan Villoro traslada al mundo de las letras: “Cada libro tiene un hombre adentro o una mujer adentro: la persona que lo escribió. Pero el libro podríamos decir que está dormido, hasta que no reciba el impulso, ese soplo del lector que lo revive. Los libros, lo sabemos, se abre como una ventana o una puerta y nos permite entrar a la intimidad de otra vida.[12]
No existe conversión sin la restructuración del lenguaje, sin la elaboración de una nueva narrativa. Cervantes-Ortiz insiste en ello al analizar la producción teo-poética de Alves a partir de los encuentros rituales que sostuvo con Eliot, García Márquez, Paz, Frost, Valéry, Pessoa, Meireles, Prado y otros tantos que repasa el autor.
Este tránsito remite a la necesaria atención de los lugares no visitados por el protestantismo, el mundo donde radica la Otredad y donde se vislumbra una nueva experiencia vital, incluso con el riesgo de la seducción profana, una suerte de salto al vacío. Esto es paradójico ya que la conversión en el proyecto del protestantismo hegemónico –usando la misma alegoría anteriormente citada– implica una renuncia al mundo de la vida cotidiana para pasar a ser “ciudadanía del reino”, y que reconstruye los espacios de tránsito del converso en nueva cartografía de lo edificante. En cambio, Alves invita a replantear nuevas trayectorias que lleven a obtener puntos de referencia incluso lejos de la liturgia dominical. Cervantes-Ortiz lo recupera en un extracto sumamente profundo (un poema de Emily Dickinson):

Nuestro pájaro canta en la palmera
Es Dios quien está predicando, predicador admirable
Y su sermón siempre es corto

Así, en su poesía, el centro de su teología, deja abierta la puerta al redescubrimiento de lo lúdico como clave de vida y de conversión. Alves, como su intérprete, lo encuentran en la sensibilidad, el juego y la belleza, pero no desde la lontananza clasista que ha usurpado la belleza para la apreciación estética y comercial, sino desde las luchas por el deleite del cuerpo y su autodeterminación, por la construcción de paz que haga frente a la violencia en que los gobiernos nos han sumido, por la búsqueda de los familiares desaparecidos, por la indignación de los cuerpos de hombres mutilados y  mujeres violentadas, por compartir el pan con los peregrinos en tierra ajena, por defender el patrimonio y la tierra frente al extractivismo.
Pero la recuperación de la vida no se remite sólo a la labor teológica, también en la práctica comunitaria. En su análisis, Cervantes-Ortiz, recupera el sentido de la oración como un elemento de inconformidad frente al sistema, al hondar en la línea psicoanalítica de Alves interpreta una de las prácticas distintivas del mundo "en que habitan los protestantes" como un acto performativo que evoca el deseo del cambio y la transformación de las situaciones como las descritas líneas más arriba. De la oración señala:

[...] revela un creyente que no cree en la Providencia como causalidad de hierro [...] la oración se presenta originalmente como una protesta teo-lógica, que dentro del propio discurso bíblico de salvación se inconforma con las realidades impuestas por la Providencia divina y se rebela usando las armas que ese discurso le enseña [...] esta protesta espiritual abre la posibilidad para otras protestas más objetivas: sociales, políticas, económicas, dado que las circunstancias que ofenden la vida real de las personas son vistas como algo que debe superarse [...].[13]

En esta lectura, la inconformidad de lo presentado como "natural" podría apuntar a un ejercicio crítico sobre las prácticas hegemónicas que pretenden determinar una visión de mundo, o como plantea la fenomenología del mundo de la vida de Alfred Shutz y Peter Berger, de orden social incluso considerado preexistente.
En esto, los aportes de Alves son imprescindibles. La recopilación que hace Cervantes-Ortiz, así como la lectura que hace de él bien pueden ser una invitación para cambiar los paradigmas sobre los cuales se asentó el mundo protestante, para buscar nuevos encuentros, a una conversión a los lugares y autores profanos. Pero, sobre todo, a leer la vida en clave poética, y dejarse llevar por la sensación de la prosa, sin mayor finalidad que la evocación y recepción de la belleza. Pienso, no sólo del mundo de las letras, sino de la totalidad del universo que nos rodea.




[1] Cervantes-Ortiz, Leopoldo, Ecos del futuro. 10 asedios poéticos-teológicos a Rubem Alves, México, CUPSA, 2018, pp. 62-63.

[2] Giumbelli, Emmerson, “Um projeto de cristianismo hegemônico”, en Intolerância religiosaimpactos do neopentecostalismo no campo religioso Afro-brasileiro, Brasil, Universidad de Sao Paolo, 2007, pp. 149-169.

[3] Silveira Campos, Leonildo, discurso acadêmico de Rubem Alves sobre "Protestantismo" e "repressão": algumas observações 30 anos depois”, en Relig. Soc, vol.28, no.2, Rio de Janeiro  2008, p. 115.
[4] Cervantes-Ortiz, Leopoldo, Ecos del futuro, op. cit., p. 134-135.
[5] Ibid., p. 66.
[6] Cervantes-Ortiz, Leopoldo, Series de sueños. La teología ludo-poética-erótica de Rubem Alves, Quito, Centro Basilea de Investigación y Apoyo, 2003, p. 170.
[7] Troeltsch, Ernst, El protestantismo y mundo moderno, México, FCE, 1979, pp. 54-55.
[8] Mondragón González, Carlos, “Cuerpo y mundo en los discursos religiosos minoritarios en América Latina”, en Carlos Olivier et. al., Cuerpo y protestantismo. Perspectivas heterodoxas en América Latina, México, UNAM, 2015, pp. 29-30.  
[9] Cerutti Guldberg, Horacio, “Preliminares hacia una recuperación del cuerpo en el pensamiento latinoamericano contemporáneo”, en Norma Delia Durán Amavizca y María del Pilar Jiménez Silva (coord.), Cuerpo, sujeto e identidad, México, UNAM, pp. 65-89.
[10] Hinkelammert, Franz, Las armas ideológicas de la muerte, San José de Costa Rica, DEI, 1981, p. 234.
[11] Cervantes-Ortiz, Leopoldo, Ecos del futuro, op. cit., p. 166.
[12] Villoro, Juan, “La aventura de leer”. Presentada en el marco del XIV Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=jKd3eZGK9sw
[13] Cervantes-Ortiz, Leopoldo, Ecos del futuro, op. cit., p. 49-50. 

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