Prólogo
HIJOS
DEL MISTERIO
Alfredo Pérez Alencart / Universidad de Salamanca
I
Nace
la palabra hecha verso bruñido cuando el alma necesita que todo recomience, que
la luz sobreviva dentro de todo lo que ensombrece el tránsito existencial. Y
esa palabra se pergeña y se anota para dejar constancia de lo que emociona o
indigna al escriviviente. No
es fácil hacer esta tarea de trasvase, máxime si se elige el temple de la
Poesía como forma de comunicar (y participar) lo decantado desde el yo
trascendental.
La
Poesía nos permite regresar hasta el Origen o proyectarnos hacia lo que está
por venir: solo así el canto es celebratorio, reinstalando lo sagrado sin
reparar en la certidumbre de finitud que acompaña a quienes se desanclan de la
fe. El poeta que asume su destino creyente ofrece sus frutos cual ofrendas para
aproximar al hombre a la esfera de Dios, entroncando la poesía que escribe con
la Poesía del Amado, baluarte eterno de salvación y esperanza.
II
La
fe es una nostalgia intensa
de los momentos
fundadores del ser
de la Palabra
dicha desde las
entrañas del silencio
la fe se opone a
la muerte
y grita su
impotencia
afirmando la vida
que agoniza todos los días.
Así escribe el poeta que ahora presento, el mexicano Leopoldo Cervantes-Ortiz, junto a su cosecha de lo que sembró durante más de siete lustros: De aquí al cielo (1984-2021), un ofrecimiento ejemplar de poesía teológica, donde se advierte su pertenencia al Reino, pero también su clara pasión en contra de las sesgadas imposturas cúlticas (“Creemos superar el hábito religioso y los lugares comunes, / pero el lenguaje nos traiciona siempre”), centradas solo en la adoración y muy alejadas de la realidad que nos rodea: “Viene el Espíritu a derramar calor / en las gélidas estepas de la desolación / de la injusticia como forma de vida / del nihilismo anquilosado y yerto…”.
O
también: “Un viento fuerte que viene de lo Alto. / Viento liberador de todas
las esclavitudes: / odio, temor, injusticias al por mayor. / Viento divino que
sacude las ventanas, / las conciencias, los poderes transitorios…”.
III
Estamos
a la intemperie, pero buscamos la Fuente que trasciende lo mundano: los
creyentes que se expresan poéticamente, o los poetas que se decantan hacia lo
sagrado, se saben descendientes del Misterio y proclaman su religación con el
fundador del Reino. Recordemos
los versos de Rubén Darío “¡Torres de Dios! ¡Poetas! / ¡Pararrayos celestes, /que
resistís las duras tempestades, / como crestas escuetas, /como picos agrestes,
/rompeolas de las eternidades...”. Pero esta desocultación viene de muy atrás,
especialmente cuando se trata de los profetas-poetas bíblicos.
Cervantes-Ortiz se reconoce de dicha estirpe y confiesa: “…somos misterio y hacia el misterio
vamos / somos silencio y con la palabra regresaremos / el vacío que nos piensa
y nos hace existir / está
lleno de vida y de universo…”. El silencio hace posible la escucha e intensifica la
presencia presentida del Amado, la distancia y aproximación a lo Absoluto:
“…acaso el silencio sea la mejor plegaria, / capaz de tomar por asalto las
alturas divinas”.
El
silencio habita soberano en esta obra, posiblemente como reacción al excesivo
parloteo dentro y fuera de las iglesias.
IV
He aquí un libro antológico, vertebrado en ocho secciones conteniendo cincuenta y cinco poemas, muchos de ellos con el tono del clamor profético. Anotemos porciones de un texto de lectura recomendable, "El lenguaje de Dios es el silencio:
Haces falta Señor
en esas noches abandonadas
al amparo del silencio
en esa niñez desangelada
que sale cada vez más rápido
de la inocencia
Haces falta en la mesa del pobre
en su estómago y en su corazón
en la mesa del rico
con alma hueca
pletórico de vacío
[…]
Lo mismo sucede en otro de
sus textos, cuestionador de prácticas religiosas de fachada: “…a qué venir
hasta los bordes humanos / para decir su incomprensible verdad / a qué dejarnos
con los oídos atrofiados / de tanto grito instituido y adocenado / por los
nefastos mercaderes religiosos / si su voz es tan nítida y con todo el furor /
que preside sus vastos silencios / es posible advertir cómo sueña cómo lanza /
sus puentes callados sus gestos de loco / hasta que logra quitarnos el sueño /
y los sueños se llenan de su nombre / impronunciado… / Haces falta en el bocado
que nos nutre/ dejando seca nuestra conciencia / en nuestra religión santa y
pagana / vendida al peor postor…”.
V
De aquí al cielo es el resultado de largas vigilias desprovistas de ritos, una metanoia espiritual que corona la trayectoria poética y teológica de Leopoldo Cervantes-Ortiz, heterodoxa, sí, como fue y seguirá siendo el ejemplo del Maestro, aquel Amado galileo cuya “cruz nos llama a todos”. Con voz austera y con inusual autocrítica cristiana, reconoce:
Tenemos fe
pero en dosis nunca suficientes
para cambiar el mundo
Esperamos la acción de lo alto
movimientos celestiales
que suplan nuestra inacción
e
indiferencia…
VI
Esta antología alberga
textos de diferentes temperaturas, todas ellas pertinentes para el propósito
lírico o narrativo de cada poema. También encontramos citas, referencias u
homenajes a poetas y músicos, como Rilke, Borges, Olga Orozco, Milosz, Bach, Montes
de Oca, Santa Teresa, Haendel… Cervantes-Ortiz muestra su capacidad para
escribir sonetos de excelente factura, además de villancicos, prosemas, coplas,
paráfrasis y versos libres que cantan al Amor en su búsqueda de la casa del
Padre.
El
Amado se instala en el corazón que no es piedra y permite el goce transparente
de la vida interior, lejos de los cristales de la soberbia: “… ese Dios que
llegó para quedarse / en medio de la vida/ es el mismo que a diario nace y
muere / en los pliegues del tiempo mientras ama / y se ofrece a sí mismo para
siempre”.
VII
Concluyamos. Leopoldo
Cervantes-Ortiz ha reunido todo lo bueno que hasta 2021
ha ofrendado a Dios, tanto sus versos que atañen a la tensión espiritual del
hombre como los de que tratan sobre la justicia social, tan necesaria para
quienes se reconocen seguidores del Amado Galileo, además de fervientes
defensores de la inspiración divina del contenido completo del Libro de los
Libros. Muchos lo pregonan, pero se centran en un cristianismo “genital” o
en los pecados sexuales de otros; casi nunca se flagelan por los pecados
sociales propios y de otros líderes a quienes, en la práctica, parecieran
adorar al mismo nivel que a Dios.
Por
ello, este hijo del Misterio —que tiene el Cielo como meta—, sabe estar a ras
de suelo para seguir las enseñanzas de Jesús:
Si he de ser prójimo
de quien grita su desnudez
en cualquier esquina
tengo que bañarme
en
las aguas del amor
No
basta con mirar lo amado: hay que implicarse desde la desnudez esencial, el dominio
del lenguaje y el abrazo genuino.
Éstas
son las posesiones del teólogo Cervantes-Ortiz; éstas las muestras de su
conciencia lírica.
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