Palabras preliminares de Pedro Casaldáliga
México, Aldus-Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2004.
Lo menos que se puede decir de esta antología de poesía religiosa latinoamericana, que Leopoldo Cervantes-Ortiz entrega al gran público de la Patria Grande, es que se trata de un valiente gesto, ancho de comprensión y de alcance y de inquietante actualidad. Porque “Dios está de vuelta” y esta Patria de “la muerte y la esperanza”, que es Nuestra América, tiene, desde siempre, mucha palabra viva y múltiple que decir acerca de Dios. Los diferentes nombres de la antología, sus tan diferentes talantes y hasta fechas, confirman la legitimidad y la calidez de esta multiplicada palabra religiosa de nuestra poesía. Desde la adoración de rodillas hasta la reivindicación protestante. En Nuestra América se habla de Dios y se le habla, cantando, gritando, a veces renegando, pero siempre creyendo con una apasionada familiaridad. Dios es de los nuestros (sobretodo de los pobres y de los inconformados y de los militantes rebeldes). Leopoldo Cervantes (Cervantes se había de llamar) nos ofrece en una plural y densa antología ésta nuestra palabra religiosa.
PEDRO CASALDÁLIGA
Referencias:
José Ramón Alcántara
Samuel Gordon
Carlos Monsiváis, "Así te ves mejor... crucificado", en Confabulario, supl. de El Universal, 15 de octubre de 2006; en El Imparcial, Hermosillo, 15 de octubre de 2006, www.elimparcial.com/edicionimpresa/ejemplaresanteriores/20061015/PER2.pdf
***
Cervantes Ortiz, Leopoldo, ed., El salmo fugitivo.
Una antología de poesía religiosa latinoamericana del siglo XX, México,
Aldus, 2004.
El Salmo fugitivo explora una dimensión
frecuentemente soslayada de la lírica contemporánea, que es la dimensión
religiosa. No abundan los seguimientos críticos o los panoramas de conjunto en
torno a esta vertiente temática. En el caso particular de América Latina,
existen diversas razones históricas y literarias por las que la religión ha
sido minimizada en el panorama poético: por un lado, se supone que la esfera
del arte es absolutamente autónoma de la esfera de la religión y, por ende,
cualquier inquietud religiosa se concibe como un rasgo premoderno; por otro
lado, el papel ambiguo que en el siglo XIX
llegaron a jugar las Iglesias en América Latina y su frecuente vínculo
con las causas conservadoras generó una suerte de estigmatización de la
expresión religiosa en la poesía y de jacobinismo literario; finalmente, en el
siglo XX el gusto, la apreciación y recepción crítica de la lírica
latinoamericana se han orientado por criterios como la innovación y la ruptura
aparentemente reñidos con la poesía religiosa. Todas estas razones, ¿o
prejuicios?, han contribuido a que la lírica religiosa frecuentemente se oculte
debajo de la alfombra. Sin embargo, como lo demuestra esta antología, la
perquisición por lo religioso en sus diversas formas ha sido una de las
inquietudes recurrentes de muchos de los mayores exponentes de la poesía
latinoamericana. Por su cobertura geográfica, por su alcance cronológico y por
lo riguroso de su selección, El salmo fugitivo es un libro pionero que
ofrece una perspectiva inusualmente amplia de la poesía de tema religioso en
América Latina. Este volumen reúne a más de un centenar de poetas de todo el subcontinente
que van desde el modernismo hasta la generación de los años 60 y constituye una
referencia indispensable llena de rarezas y hallazgos.
El mérito
principal de esta antología consiste en hacer patente una herencia poética y
espiritual que se encontraba en la sombra mediante una labor cuidadosa de
investigación, recopilación y selección. De verdad se requiere gran interés,
paciencia y gusto para insertarse en un universo tan disperso y para formar un
criterio de selección en un tema tan evanescente como lo religioso. Porque
¿cuáles serían las características de la poesía religiosa contemporánea? ¿Cómo
se escribe y se refiere el poeta a lo divino, una vez que se asume la muerte
filosófica y estética de Dios? Ciertamente, hoy lo religioso no se limita a lo
confesional o a los signos externos del culto, tampoco a la vinculación
institucional con las iglesias, y se
expresaría más bien en un reconocimiento difuso de los misterios inextricables
que se encuentran allende los designios pragmáticos y racionales. Este reconocimiento adquiere múltiples
formas, heterodoxas, sincréticas y hasta heréticas: no es extraño que algunos
asuman la poesía como un sucedáneo de la religión y busquen en ella las
funciones de revelación y reconciliación; que otros, ligados a la llamada
poesía crítica o a la antipoesía, asuman los símbolos y temas religiosos como
un tópico sujeto a la autoconciencia del lenguaje o la ironía; que otros, por
ejemplo los poetas creyentes, persistan en encontrar en la expresión poética un
significado más allá del lenguaje y que algunos más, por ejemplo los poetas
partidarios de la teología de la liberación, piensen en la poesía como un
instrumento idóneo para la evangelización y el cambio social.
Es posible
percibir, pues, una variedad de enfoques estéticos y de búsquedas personales en
torno a lo religioso que, a la vez que brindan una gran riqueza al acervo de la
lírica religiosa, sin duda implican un reto metodológico para el antologador.
En este sentido, si bien la selección no se compromete con una idea unívoca de
la poesía religiosa, sí requiere, de acuerdo a un gusto no sistemático aunque
exigente, un máximo de calidad poética. Los autores convocados conforman una
nómina amplísima en la que pueden hallarse lo mismo muchos nombres ya inscritos
con bronce en el panteón de la poesía latinoamericana que, al menos para mí,
auténticos descubrimientos, como el nicaragüense Azarias H. Pallais, la
venezolana Ida Gramkco o el chileno Miguel Arteche. Igualmente, la poesía
antologada abarca muy distintos tonos y se disemina en un discurso polisémico:
desde el ejercicio ascético o la exultación mística hasta la referencia
hagiográfica, desde el elogio de la religión popular hasta la blasfemia y la burla. Como en toda
antología, es posible señalar discrepancias: por ejemplo, creo que la antología
no perdería mucho con la ausencia de la muy pedestre aportación de ídolos populares, como Mario Benedetti o
Jaime Sabines; en cambio, se extrañan la serenidad cantarina del mexicano
Joaquín Antonio Peñalosa o el alucinante periplo por la enfermedad y la
inquisición teológica del argentino Héctor Viel Temperley. Con todo, más allá
de las inevitables diferencias que puede suscitar una antología, esta estupenda
selección tiene la gran virtud de mostrar una tradición viva, de consignar la
permanencia de una preocupación por lo sagrado y de hacer evidente el diálogo
intergeneracional entre los oficiantes de está tradición. Porque si bien la antología funciona, de
entrada, como un excelente muestrario de la mejor poesía latinoamericana,
también es posible, ya más de cerca, observar las continuidades temáticas, las
similitudes y diferencias en los tratamientos y las vinculaciones o rupturas
que se presentan entre los cultivadores del tema religioso. Por eso, más allá
de su originalidad y de sus méritos intrínsecos como antología, este libro es una audaz toma de posición poética
que, a través de una labor seria y devota, nos enseña que detrás de la
comodidad de los cánones poéticos dominantes existen otras tradiciones que vale
la pena tomarse el trabajo de entender y explorar.
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
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